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Coherencia: El texto lingüístico debe tener una estructura lógica y coherente, donde las ideas se relacionen entre sí de manera clara y comprensible.
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Cohesión: El texto debe estar cohesionado, es decir, debe haber una conexión entre las diferentes partes del texto a través de elementos como pronombres, conectores, repeticiones, entre otros.
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Claridad: El texto debe ser claro y comprensible para el receptor, evitando ambigüedades o confusiones en la interpretación.
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Precisión: El texto debe ser preciso en su expresión, utilizando palabras y términos adecuados para transmitir el mensaje de manera exacta.
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Concisión: El texto debe ser conciso, es decir, utilizar la menor cantidad de palabras posibles para transmitir la información de manera efectiva.
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Coherencia temática: El texto debe mantener una temática o tema central a lo largo de su desarrollo, evitando desviarse o introducir información irrelevante.
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Variedad léxica: El texto debe utilizar un vocabulario variado y adecuado al contexto, evitando la repetición excesiva de palabras.
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Correcta gramática y ortografía: El texto debe seguir las reglas gramaticales y ortográficas de la lengua en la que está escrito, evitando errores que puedan dificultar la comprensión.
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Intencionalidad comunicativa: El texto debe tener una intención comunicativa clara, es decir, debe buscar informar, persuadir, entretener, entre otros, de acuerdo con el propósito del autor.
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Adaptación al receptor: El texto debe estar adaptado al receptor al que va dirigido, utilizando un lenguaje y estilo adecuado a su nivel de comprensión y conocimientos.
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